Barcelona, 17/08/17 #SiTincPor







Estamos bien. La tragedia nos ha rozado de refilón pero hemos salido ilesos.  Mañana la vida continuará, y volveremos a pasear por La Rambla tan despacio o tan deprisa como nos lo permitan nuestros compromisos.
Más o menos todos hemos recibido los mensajes de apoyo y preocupación de nuestros familiares y amigos que viven lejos; con muchos de ellos paseamos por esas mismas Ramblas mientras hacíamos de guías ocasionales por Barcelona. Nos podría haber tocado a nosotros. Les podría haber tocado a ellos. Al fin y al cabo todos nos sentimos parte de ese escenario, de esa arteria conectada a un corazón inmenso que, a la vista está, sigue palpitando con más fuerza que nunca.
Han muerto personas y entre las víctimas hay niños. Cualquiera es capaz de imaginarse el horror de esos instantes. Pocos han podido evitar abrir los mensajes de whatsapp con las imágenes más truculentas; no me incluyo, pero diré en mi defensa que no sabía lo que me iba a encontrar y que no he contribuido a convertirlo en viral. Ya no he vuelto a abrir nada más.
Estamos bien, la gente se ha unido en franca solidaridad e incluso los partidos políticos parecen haber derribado barreras. La policía, los Mossos, han actuado con celeridad e impecabilidad; la investigación continúa y llegará, seguro, a buen puerto. La gente se ha unido en minutos de silencio, los crespones negros han inundado las redes sociales y se ha insertado uno en la página de bienvenida de google.
Pero hay algo más que ha inundado las redes, un fenómeno que existe y que está entre nosotros y que me impide sumarme al lema (a la par que hashtag) #NoTincPor. Tengo amigos que han dedicado parte del día en eliminar de sus contactos a aquellos perfiles con los comentarios más xenófobos. Muchos de esos comentarios están llenos de ignorancia y de insultos. Pero otros están aparentemente bien elaborados y argumentados, escritos desde un tono paternalista y desde una indisimulada superioridad moral. Pero a mi juicio demuestran rechazo, desconocimiento; se da por sentado que en un estado laico como el nuestro ser musulmán no es ser "uno de los nuestros" (incluso aunque se esté en posesión de un pasaporte español o se haya nacido en España) y que al musulmán hay que colocarlo dentro de una alteridad incompatible con nuestro estilo de vida y con nuestros valores. Aún gracias que permitimos la construcción de mezquitas y llevar el velo en los autobuses. Más respeto que eso...
Muchas de esas personas reclaman la salida de los musulmanes en masa a las calles para hacer patente su rechazo al atentado y su solidaridad con las víctimas. Y eso mientras yo no he parado de leer comunicados de comunidades y asociaciones islámicas que no sabía ni que existían, o he visto el vídeo que han grabado los miembros de la mezquita de mi barrio mientras leían un comunicado de repulsa y solidario, en la calle... Pero claro, deberían haber estado en la plaza de Catalunya de Barcelona, todos los musulmanes de Catalunya y España.
Me pregunto si las mismas personas hubieran reclamado a los ciudadanos de "raza aria" que se pronunciaran contra Hitler, porque de no hacerlo se convertían en cómplices de sus crímenes. Nadie duda de que los alemanes altos, rubios y de ojos azules no tenían nada que ver con los delirios, la locura y la megalomanía de Hitler, por mucho que algunos se apuntaran al carro. ¿Por qué entonces los musulmanes deben tener alguna responsabilidad sobre las acciones de quienes interpretan de una manera equivocada las enseñanzas del corán y probablemente están afectados por alguna patología mental?
He aquí adónde quería llegar: ¿son nuestras sociedades fábricas de terroristas? Éste es un tema doloroso y complejo, pero todos esos comentarios xenófobos deberían obligarnos a reflexionar sobre lo que entendemos por integración, lo que entendemos por respeto y lo que entendemos por diversidad. Cualquiera con un mínimo de empatía puede llegar a ponerse en la piel de aquel que recibe rechazo, insultos, desprecio, y hasta qué grado puede llegar su rabia y humillación. Si a ello le sumamos a chicos perdidos saliendo de la adolescencia, viviendo en el seno de familias que se han ocupado poco o nada en forjar su autoestima y recibiendo una educación en la que cualquier alusión a su cultura es anecdótica o inexistente, tenemos a firmes candidatos para la radicalización.
Digamoslo claro: No se está haciendo nada para solventar ese abismo que hay entre nosotros. Ni aquí ni en Francia ni en Inglaterra ni en Bélgica ni en Alemania. Estamos cada vez más acorazados, con más miedo de acoger al "otro"; otro asunto que merecería otro post entero es un análisis de la manera en qué intervenimos allende nuestras fronteras, ya desde los tiempos de la conquista de América, de la invasión de África... Intereses, intereses e intereses, dinero y más dinero en juego. Y, mientras, estamos aquí fijándonos en el enemigo equivocado, gente trabajadora que mayoritariamente sólo quiere vivir en paz, gente humilde que huye de una pobreza en parte construida a costa de nuestra riqueza. ¿Por qué tenemos miedo de relacionarnos con ellos, por qué no probar su té con menta,  su cuscús, o vivir una fiesta del cordero? ¿Muerde acaso su cordero? ¿Lleva su té veneno?
Esto último que he dicho es frivolizar un poco, pero yo he oído, en las calles y en múltiples ocasiones, comentarios muy hirientes, que denotan un desconocimiento total de la cultura de los musulmanes, mucho más frívolos e insensatos.
El #SiTincPor que lanzo al vuelo se refiere a esa desazón; ¿cuántos de esos comentarios xenófobos de las redes están alimentando la ira de muchachos listos para la radicalización?
Sería bueno que después de reunirse los partidos para pactar medidas contra el terrorismo trabajaran al unísono para impulsar mejoras en la prevención, esto es, en la integración, en la cultura, en la divulgación, en la inversión en educación... Aunque también surge la gran pregunta: ¿y no será que no tenemos remedio, que todo esto no es nada más que condición humana, que estamos condenados a no entendernos, por los siglos de los siglos...? Solo el tiempo lo dirá.

(I... Visca Barcelona!)










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