Las imágenes de los muertos



     El padre del niño de Rubí asesinado en el atentado de Barcelona se abraza
                                       a niños y niñas de orígen magrebí. (Alberto Tallón)

                                  


Hace unos días, mi amiga la fotógrafa chilena Gabriela Jara me enviaba el siguiente enlace:
Y a la vez me preguntaba. sin más preámbulo: Qué opinas?
Lo primero que se me ocurrió decirle fue que dudo tanto como el autor. En el artículo de opinión, Fernando Mas (director adjunto de El Independiente) comenzaba diciendo: "Escribo sin ánimo de convencer. Escribo para aclararme, que cuantos más años sumo, más dudo. Lo hago con el ánimo inquieto, porque a los hijos de puta que decidimos publicar fotos de muertos en un atentado estas cosas nos afectan. Los muertos."

La respuesta ha tardado, y la verdad es que no ha sido fácil, o más bien, no está siendo fácil. Se agolpan muchas consideraciones, muchas reflexiones que los propios compañeros del gremio han realizado a través de sus posts. Hablándolo con Alberto Tallón, colega de la redacción, improvisé otra respuesta no menos irreflexiva: "Como periodista creo que deben publicarse, como ser humano creo que no." Justo después de pronunciar esa frase pensé: no tiene sentido. Lo de la opinión como ser humano venía a colación del argumento más repetido, o al menos el que más veces he oído yo: ¿y si fueran tus hijos? La verdad es que si mis hijos murieran en un atentado no me veo revisando las fotos de los periódicos ni viendo los telediarios, sino dopada, hundida sin querer ver a nadie en una habitación a oscuras, o directamente ingresada en un psiquiátrico.

Quiero decir de entrada que estoy hablando de imágenes tomadas o filmadas por un reportero gráfico profesional, no por un transeúnte cualquiera; ahí no entro, ese es otro tema.

Por lo demás,estaremos de acuerdo en que el debate se centra en la utilidad de esas imágenes. ¿Para qué sirven? ¿Cuál es su objetivo, su función? La imagen en prensa y en televisión cumplen una función informativa, forman parte de la narrativa periodística. En televisión muy especialmente; si no hay imagen, no hay noticia. Y es más: ¿Cuántas veces hemos visto en los telediarios informaciones banales pero, sin embargo, apoyadas por un imponente reportaje visual?

En prensa un artículo excelente queda deslucido por una imagen intrascendente. Incluso a veces se cumple el refrán: una imagen vale más que mil palabras. Recordar esto es, en estos momentos, más importante que nunca. Muchas redacciones están prescindiendo de los fotoperiodistas profesionales y entregan cámaras compactas de seiscientos euros, a lo sumo, a los redactores. Y estos hacen las fotos sin tener formación, ni "mirada"; para hacer una buena foto no sólo hay que tener técnica sino que también hay que saber "mirar", encuadrar, explicar... Y no todos sabemos hacer eso.

Volviendo a los muertos. Cada vez que se abre este debate, que no es nuevo, recuerdo el libro "La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas", de Román Gubern. Su enfoque es muy freudiano y, por tanto, está aderezado de ideas de pulsión, proyección, frustración o de conductas fantasmáticas... pero ofrece reflexiones interesantes en la línea de lo que ya es vox populi: "La muerte o el daño espectacularizados ante un observador constituyen la muerte o el daño del Otro, que pueden suscitar su curiosidad morbosa, su compasión, su repulsión, su excitación placentera, o una mezcla de estos u otros sentimientos." Más adelante añade otra consideración no menos importante: "La imagen de la muerte nos repele, pero también nos atrae por la ley de atracción del tabú, según el famoso principio de la ambivalencia, y suele desencadenar a la vez el sentido de culpabilidad, pero también gratifica por la transgresión de la prohibición de la mirada."

Lo que no abordó en este libro, pero sí en "La mirada opulenta" (el mismo que nos hizo subrayar a sus alumnos de quinto durante todo el curso)  fue el valor sociocultural de las imágenes informativas: "Pero si en la sociedad postindustrial la información se ha convertido en la principal materia prima, es menester recordar que la información es simulacro o abstracción de objetos, fenómenos o procesos del mundo real." Según Gubern, no hemos superado el mito (o alegoría) de la Caverna de Platón: "toda imagen es simulacro", por muy real que nos parezca.

Román Gubern, al igual que otros semióticos como Umberto Eco, advirtió sobre el poder del autor de la imagen y de la empresa que lo ampara para filtrar, manipular o tergiversar toda información. En resumidas cuentas: todas las imágenes que vemos y que nos muestran pasan por el cedazo de las convenciones, de las autocensuras, de los intereses, y de la información que se nos quiere dar. Por eso el tema de las imágenes de las víctimas resulta tan polémico, y tan de "doble rasero"; hemos visto el rostro del terrorista muerto, desfigurado por las balas, y a otro terrorista "abatido" en Cambrils, por televisión. Y aquí no ha habido debate que valga (no sé si alguien más se dio cuenta de que el mayor Trapero habló en la rueda de prensa correspondiente que se había "acabado" con los terroristas, aunque enseguida rectificó diciendo que esa no era la palabra. El conseller, sentado a su lado, le corrigió. Dio toda la sensación de que el verbo "abatir" se había consensuado con antelación).

El mensaje que se nos quiere dar es que "ya tienen su merecido", aunque indirectamente muchas personas hayan llegado a pensar (no sólo en Catalunya sino también en Bélgica, en Francia...) que los terroristas no han sido abatidos, sino ejecutados. Terroristas que, por otro lado, también tienen madres y padres que ahora mismo deben hacer convivir su duelo con el estigma de ser madres y padres de criminales, algo que ya no les abandonará en toda su vida.

Volviendo al Independiente, como ejemplo paradigmático de lo que ha ocurrido en otros medios (que han sido insultados, criticados, y sus ejemplares retirados de algunas estanterías de supermercado). Sostiene Fernando Mas: "Consideramos que no había que ocultar las consecuencias del terror." El periodista se queja de que nadie cuestione las imágenes de los muertos apelotonados en las pateras o de los niños refugiados (como el icónico Aylan) y en cambio no puedan publicarse las de las víctimas del atentado de Barcelona: "¿Por qué unas son un icono que sacude conciencias y otras son “una vergüenza”?", se pregunta.

A mi me gustaría que, quien no haya ido aún, fuera al menos una vez en la vida al Visa Pour l'Image de Perpingan. Es la muestra de fotoperiodismo más importante de esta parte del planeta, los mejores fotoperiodistas del mundo muestran en este espacio sus reportajes, muchas veces historias desgarradoras, desconocidas, en las que se muestra mucho dolor y se narran historias sin apenas palabras. Te pasas uno o dos días enteros conociendo realidades que no tenías ni idea de que existían, y realmente, vuelves cambiado. Esas fotos no tienen ni trampa ni cartón, y si lo tienen es por una buena causa.  Te das cuenta del valor de ver, de conocer, de cómo una buena imagen puede pellizcarte el corazón sin que asome la perversión, ni el morbo... Sólo la humanidad, el documento histórico (algunos de los reportajes tienen décadas), la condición humana...

Se me ocurre que a los fotógrafos deberíamos dejarles que nos expliquen historias, y que nos conmuevan. En mi redacción, hemos tenido la gran suerte de trabajar con grandes fotógrafos: el que ha llegado más lejos es Bernat Armangué, que se fue a Palestina e Israel para trabajar para AP y logró un premio World Press Photo con una imagen simplemente brutal, de un padre despidiéndose de su hijo.


                                          Ultimo beso © Bernat Armangué / AP

En el Visa Pour L'image pueden verse por toda la ciudad exposiciones de todo tipo, pero también hay muchas imágenes de muerte, de víctimas, de dolor; son imágenes que nos confrontan con la naturaleza humana. No deberíamos vivir de espaldas a ese sufrimiento. No sé porqué lo hacemos.

En el diario, seguimos teniendo a grandísimos profesionales. Sin ir más lejos, esta semana Alberto Tallón nos ha dejado a todos compungidos con esta imagen, del imam de Rubí abrazado al padre del pequeño de tres años asesinado en el atentado de Barcelona:


                                          Alberto Tallón

Sobran las palabras.


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