Matarlas callando









En psicología, el "tratamiento silencioso" es una forma de maltrato, especialmente en el marco de las relaciones íntimas. El silencio se transforma de ese modo en un arma de destrucción eficacísima, junto con otras estrategias de manipulación, para sembrar la humillación y el desprecio necesarios con el objetivo de devastar por completo a la víctima. Normalmente el maltratador busca precisamente el asesinato psíquico de su opuesto. Para allanar el camino, el agresor ha desplegado su aluvión de halagos, señales de afecto, de atención y emotividad que le hacen bajar la guardia a su objeto, dejándole así desprotegido. Entonces su depredador actúa. Es como un tsunami abalanzándose sobre un bebé. No queda nada.

En la vida, hay otro tipo de silencio que no sabría como calificar. El silencio que se impone tras un enfrentamiento tácito, cuando ambas partes concluyen que no hay entendimiento posible, cuando la comunicación se revela como un instrumento contraproducente. Cuando es mejor poner tierra de por medio antes de que nadie salga herido. Lo peor en estos casos es que sí hay heridas. Al menos el perverso del párrafo anterior no siente nada (ni vergüenza, ni culpabilidad, ni arrepentimiento) y únicamente sufre la víctima. Pero en el silencio pactado por el desencuentro el dolor se instaura a ambos lados. Puede que no sea dolor, puede que sólo sea rabia o decepción. Pero en este caso todos pierden, a un padre, a un hijo, a un amigo, a un jefe o a un empleado con el que antes había complicidad. Es un silencio que puede durar meses, años o toda la eternidad. En cualquier caso deja una huella perenne en quien lo padece.

Pero aún hay otro tipo de silencio, tremendo, que es del que quiero hablar. Y quiero hacerlo porque lo conozco bien; llevo practicándolo desde hace muchos años. Es el silencio del que no quiere opinar. Del que observa, escucha, del que guarda sus conclusiones para su fuero interno.Si acaso las comparte con aquellos a los que siente próximos, pero con cautela.

Quiero hablar de ese silencio en un momento crítico. Cristina Fallarás, con la que compartimos aulas en la facultad y alguna charla en el bar, alienta en cierto modo esta confesión cuando precisamente se ha manifestado crítica con esta forma proceder (junto con otras voces). Supongo que cree que todos los callados formamos parte de esa mayoría silenciosa en la que confía el PP para hacer como que aquí no pasa nada. Estoy hablando, por si aún no lo habían adivinado, del "procés", o del proceso de independencia de Catalunya para que lo entiendan en el resto de países o continentes.

¿Por qué callo?, me preguntarán, e incluso, me pregunto. Callo con convencimiento y, a la vez, desde la firmeza de una opinión que aquí no manifestaré. Es una actitud que mantengo desde las primeras discusiones sobre el Estatut, cuando por primera vez caté con total nitidez ese fervor, casi religioso, que ha alentado al procés. Cuando la actitud y decisiones de la otra parte contravinieron cualquier lógica o razón que no fuera el aplastamiento. Cuando comenzó una espiral de hostilidad que ha colocado al independentismo en el lugar en el que está, y ha alimentado la soberbia de los que, por ganar una batalla, piensan que han ganado la guerra, y en realidad han hecho a su enemigo más fuerte.

Callo aunque advierto que estoy más por derribar fronteras que por colocarlas, un argumento que a todas luces se antoja pueril para ambas partes, y ante eso, me coloco en la situación de estar en tierra de nadie, y por lo tanto lo mejor es callar.

Callo también porque tengo afectos en ambos lados y porque tengo el presentimiento de que los que vaticinan que de esta situación vamos a salir perdiendo todos, tienen razón; perderemos todos (excepto los que siempre suelen ganar, en uno y otro bando). Hablo de un contexto de extrema polarización, de familias divididas, de amistades perdidas, de insultos, soberbias, desprecios, amenazas... Cómo me suena esto a lo que me contaba mi madre de la Guerra Civil (aunque ella no la viviera en primera persona.) No digo que esto vaya a acabar en guerra civil, solo digo que esta situación no me gusta. La gente empieza a estar harta. Esto tiene que tener un fin.

Lo cierto es que hay gentes que comienzan a optar por el silencio. Facebookeros y facebookeras, blogueras y blogueros... Muchos de ellos han callado sus voces ahora, después de haber dejado bien claras sus posiciones, cuando parece que se acerca el fin. Aunque en vez de callar parecen estar expectantes... ¿Se cumplirán las ilusiones, lo harán los malos augurios? El desenlace debería estar cerca.

Puede que algunos piensen, entre los principales actores del conflicto, que el silencio y el ninguneo pueden ser letales para el oponente... Pero resulta obvio que los procesos políticos y sociales de la humanidad no funcionan como las relaciones personales, como las opciones individuales; la falta de comunicación entre los que deben acercar posturas, entre los que deciden de verdad, provoca fracturas irreconciliables que afectan a millones de personas. Y eso genera una gran tristeza en casi toda la sociedad, también entre los que observamos.

Con todo, y vuelvo con lo del argumento pueril, quiero recordar que también hemos postergado cosas importantes referentes a necesidades fundamentales como la sanidad, la educación, la cultura... Qué satisfechos deben estar unos cuántos. Aunque no estoy segura de que esto vaya a mejorar con la resolución del conflicto. Alguna otra cosa inventarán para seguir postergando aquello que a algunos (pocos, ya lo sé) nos importa más que cualquier otra cosa.

Yo, de momento, seguiré practicando mi silencio, para algunos acechante y para otros falaz, aunque sea tan sólo cauto, a lo sumo. Tampoco estaría mal que el silencio fuera más allá, y realmente tuviera fuerza para terminar con el enfrentamiento, en una versión positiva e innovadora del "matarlas callando." De momento, todo está por ver. Estaremos atentos.



Nota: Todo mi apoyo a Cristina Fallarás, por las amenazas a la integridad física de sus niños y de ella misma que ha recibido de parte de energúmenos, nuestra versión patria del Ku Klux Klan contra mujeres inteligentes y con ideas propias.

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