Lo irrecuperable de la crisis: una fractura insalvable





Desde que comencé a escribir en el blog nunca había tenido una crisis como ésta. El pensar que cada cosa que escriba va a ser banal, mediocre, que va a resultar poco importante y poco interesante para mí y para los demás. No hace ni medio año que inauguré el blog y probablemente me aguarden más crisis insalvables. Mientras me desenvuelvo en este muro interior ha llegado el frío y el clima político se ha agravado. No hubiera querido hablar de política, pero estoy rodeada de eso, y siento que vamos dejando por el camino valores y comportamientos fundamentales, en los que creo sin remisión: el diálogo, el respeto, el sentido común, la reconciliación. Unos y otros se culpabilizan mutuamente, se agreden, se insultan, se sienten mejores que los demás. En ese fuego cruzado es fácil que se escapen balas que vayan a parar hacia los que observan. Los que están cargados de razones dirigen su mirada hacia un enemigo erróneo; ellos creen que no, que son el auténtico enemigo, aquellos a quienes esta guerra no va con ellos. La guerra de las banderas, de las fronteras, de las lenguas, la guerra del "yo soy mejor que tú". Todos queremos mejorar nuestra vida, acabar con la corrupción, luchar por la sanidad y la educación. Pero si no escoges el camino de la "desconexión", la lectura de unos cuantos es que "quien calla, otorga", te equivocas si crees que no estás en  ninguno de los dos bandos: o eres rubio o moreno, o alto o bajo, o gordo o delgado, homosexual o hetero, o catalanista o unionista... todo lo demás no existe, imposible. Cualquier matiz o incluso otra probabilidad está fuera de lugar.

Sería feliz si no hubiéramos llegado a este extremo. Con una huelga general en contra de los recortes en sanidad y educación, contra la precariedad laboral y los ataques a la negociación colectiva. Contra la ley mordaza, los desahucios, contra la desigualdad, contra el excesivo Iva cultural (corregido demasiado tarde). Me dicen que todo eso va a mejorar con la independencia de Catalunya. Mientras tanto, en el resto de España el único pretexto de la unidad territorial ha fortalecido al gobierno de derechas, a la monarquía y las políticas de los recortes, de la regresión, de la represión. Todo parecería muy loco sino fuera real. Pero es real.

Y aún hay otra realidad, la personal. Desconozco qué caminos, motivos o misterios han llevado a una persona que aprecio enormemente, el conseller Lluís Puig, a Bruselas, a vivir en una semiclandestinidad impuesta y con la amenaza de la prisión y la extradición.  Trabajé con Lluís más de dos años y nada de lo que algunos dicen acerca de los políticos catalanes se aproxima en lo más mínimo a lo que yo he conocido de él, a una persona responsable, culta, tierna, sabia, amable, currante, profesional, honesta, fiel, leal. Una persona buena que no merece ese castigo revanchista, la violencia con la que se pisotea la voluntad de cambio; en vez de hablar, de negociar, de consensuar, de empatizar, se escoge el lenguaje de la imposición y una violencia que sólo nos lleva al desgarro. Estamos despedazando el futuro. No sé si bajo esa fractura quedará algo.

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